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Nuestra región cuenta con una rica variedad de edificios emblemáticos. Ahora vamos a ver algunas de las más ejemplares edificaciones construidas en hormigón en Cantabria, reflejos de las distintas corrientes arquitectónicas que han marcado la región a lo largo del siglo XX. Ésta es, también, una historia triste, ya que muchos de estos monumentos de épocas gloriosas fueron destruidos ante la cómplice pasividad de unas autoridades municipales y autonómicas que nada hicieron por salvarlos de la piqueta.

Algunas de las mejores edificaciones construidas en hormigón en Cantabria

Estos edificios son parte fundamental del patrimonio arquitectónico fabricado con hormigón en Cantabria y demuestran cómo este material ha sido utilizado de manera creativa y funcional para dar forma a obras que combinan estética, modernidad y respeto por el entorno.

Estructuras para casas de hormigón en Cantabria: la «Casa Wunchs», en Mogro (1978)

Obra del arquitecto Fernando Obregón Ansorena.

La «Casa Wunchs», diseñada por Fernando Obregón Ansorena en 1978, se ubica en Mogro, cerca del campo de golf «Abra del Pas», en una zona donde el arquitecto construyó varias viviendas unifamiliares, algunas de las cuales ya no se conservan. Esta casa fue encargada por su entonces aparejador, Miguel Ángel Wunchs.

Durante esa época, Obregón Ansorena exploraba nuevas formas de plantear la planta residencial y su conexión con los espacios exteriores, en sintonía con las corrientes de la escuela madrileña. Un desafío recurrente en sus proyectos era lograr una integración fluida entre la planta moderna y las cubiertas, que resolvía mediante una fragmentación volumétrica y el uso de cubiertas a un agua. En la «Casa Wunchs», situada en una parcela elevada con pendiente pronunciada y vistas al cauce del río Pas, se eligió una planta en forma de «L» para separar las áreas de día y noche, proporcionando una clara diferenciación funcional en el diseño. Este esquema en «L», articulado por un eje diagonal que marca los accesos, genera un espacio exterior íntimo, resguardado del viento y las miradas indiscretas. Los dos volúmenes que componen la casa están cubiertos por tejados a un agua, mientras que en la intersección de ambos se deja una zona plana utilizada como solárium. El zócalo de hormigón se emplea para solucionar las diferencias de nivel del terreno, aportando estabilidad y continuidad al diseño. El juego volumétrico y el detallado trabajo en las fábricas de ladrillo, que son una característica distintiva de Obregón Ansorena, recuerdan a las influencias de la arquitectura holandesa de entreguerras y otorgan a la vivienda un estilo propio.

La «Casa Wunchs» es considerada uno de los ejemplos más destacados de arquitectura doméstica de hormigón en Cantabria, gracias a su integración con el entorno y la precisión constructiva que combina materiales como el hormigón y el ladrillo, aportando un carácter moderno y funcional al proyecto.

Hormigón en Cantabria: la capilla de Mataporquera, el pueblo del cemento (1957)

Obra atribuida a Ramón Lavín del Noval.

Esta notable capilla, ubicada en Mataporquera, muestra una impresionante integración en una pendiente pronunciada y un entorno industrial. La remodelación de la ermita original fue la oportunidad perfecta para ampliarla, utilizando estructuras de hormigón armado que facilitasen su mantenimiento a largo plazo. El terreno, de geometría compleja y con forma de triángulo agudo, está delimitado por dos calles situadas a diferente nivel y un muro medianero. La intervención fue sencilla pero eficaz: se diseñó una única nave dividida en ocho cuerpos, con el acceso situado en el vértice y el altar apoyado en el muro compartido. A medida que los cuerpos de la nave se expanden con el terreno, las cubiertas a dos aguas se escalan en diferentes niveles, permitiendo la entrada de luz natural. Esta disposición genera un efecto espacial notable, ya que la iglesia se ensancha y gana altura conforme se avanza hacia el altar. Para evitar apoyos interiores, las cubiertas se resolvieron con faldones que descansan en cerchas de hormigón armado, las cuales cargan sobre los machones de la fachada, a la vez que soportan los desniveles entre cada sección de la nave.

Estos elementos estructurales también se convierten en parte de la fachada, y por los huecos de las cerchas entra la luz al interior del templo. En los dos últimos cuerpos, donde la altura se iguala, la cercha central es visible desde el interior. En el muro medianero, la cercha mantiene los huecos que permiten la entrada de luz, pero su tamaño se incrementa para formar el cargadero y la embocadura del presbiterio. Toda la luz natural que ilumina la capilla proviene de los huecos en las cerchas del techo. Esta solución, junto con la estructura expuesta, define el carácter del interior de la capilla. Los muros limpios, la reutilización de la piedra de la antigua ermita en los muros transversales, la renuncia a referencias estilísticas y la sencillez de la construcción otorgan al espacio un marcado carácter industrial. En el exterior, se manifiestan las contradicciones de la época: la fachada de ladrillo caravista está dominada por una gran cruz blanca perforada en el centro para albergar la campana, mientras que pináculos de hormigón coronan los machones transversales de piedra, quizás para subrayar el uso religioso del edificio.

Según la tesis doctoral de Luis Alberto Alonso Ortiz, no existe documentación que confirme la autoría del proyecto, ya que los planos conservados no están firmados. Sin embargo, se atribuye la obra a Ramón Lavín del Noval, aunque es posible que el diseño haya sido realizado por los servicios técnicos de empresas locales como Cementos ALFA, UNQUINESA y Ferrocarriles de La Robla, cuyas directivas formaban parte de la comisión que financió y ejecutó la reforma, aportando materiales, mano de obra y recursos. Las soluciones estructurales adoptadas podrían ser típicas de las instalaciones industriales de estas empresas.

Estructuras de hormigón para chalets en Cantabria: la Casa Pérez Pando (1971)

Obra del arquitecto Fernando Obregón Ansorena.

La «Casa Pérez Pando», diseñada en 1971 por Fernando Obregón Ansorena, se encuentra en Solares, una zona residencial conocida por sus chalets y jardines que rodean la calle que conecta la carretera nacional N-634 con el edificio del Ayuntamiento de Medio Cudeyo. En ese periodo, Obregón Ansorena, influido por la escuela madrileña, exploraba la libertad en la disposición de la planta y su integración con el entorno exterior, experimentando con la relación entre la planta moderna y la cubierta mediante una fragmentación volumétrica y cubiertas a un agua.

La «Casa Pérez Pando» está situada en una parcela soleada y de geometría regular. Se eleva sobre un zócalo de hormigón, que no solo soluciona las diferencias de nivel del terreno, sino que también sirve como base para jardineras, integrando el paisaje en el diseño arquitectónico. El juego de volúmenes y el esmerado trabajo con ladrillo en la construcción otorgan al proyecto una solución elegante y compleja para un programa residencial generoso. La casa se organiza principalmente en planta baja, donde se disponen un amplio salón-comedor, una cocina con office, un dormitorio de servicio, dos dormitorios adicionales y tres baños. En la planta superior, el programa es más reducido, con un salón y el dormitorio principal acompañado de su baño. La disposición de las estancias sigue una trama ortogonal que se fragmenta sutilmente, sugiriendo diagonales que añaden dinamismo a los espacios y volúmenes, aportando riqueza y complejidad al interior sin perder la armonía general del diseño.

Esta artística estructura de hormigón en Cantabria muestra una perfecta combinación de materiales tradicionales como el ladrillo subrayan la precisión constructiva y el cuidado por los detalles característicos de las obras de Obregón Ansorena, destacando esta casa como un ejemplo refinado de arquitectura doméstica con hormigón en Cantabria.

Proyecto de viviendas de hormigón en Santander nunca realizado

Proyecto no realizado de Alejandro de la Sota.

Dicen que la peor nostalgia de la vida es añorar lo que nunca sucedió y esto sucede a menudo en el amor, pero también en las obras arquitectónicas que jamás pasaron de las musas al teatro. De los planos de un genio a las manos no menos capaces de los albañiles. Y es que uno de los grandes lamentos de la arquitectura de todos los tiempos son los proyectos excepcionales que, por diversas razones, nunca se materializan. Estos diseños no sólo carecen de la oportunidad de ser puestos a prueba por el tiempo, sino que tampoco llegan a enfrentarse a la implacable intervención urbana que, en ciudades como Santander, a menudo despoja de su legado arquitectónico. El proyecto de Alejandro de la Sota para un bloque de viviendas en la Avenida de la Reina Victoria, aunque nunca construido, marca un punto clave en la historia arquitectónica de Santander. Su propuesta innovadora planteaba una nueva forma de integrar edificios en una ladera, estableciendo una tipología que podría haber servido de inspiración para desarrollos urbanos futuros. Este proyecto representaba una alternativa moderna y funcional que habría enriquecido la ciudad con su audaz concepto.

El diseño consistía en un edificio de dos plantas con locales comerciales en el frente hacia la Avenida, con la idea de revitalizar la actividad económica en la zona. De manera perpendicular a este volumen, De la Sota diseñó una escalera lineal que seguía la topografía natural del terreno, proporcionando acceso a diferentes niveles. En esos niveles se ubicaban las viviendas tipo triplex, distribuidas en torno a un patio central. Este esquema no solo ofrecía una solución arquitectónica creativa para la construcción en terrenos inclinados, sino que también subrayaba la importancia de respetar el entorno natural, integrando los edificios en el paisaje urbano sin alterar la armonía de la zona. Sin embargo, el proyecto no llegó a realizarse debido a la falta de consenso entre los promotores y las autoridades municipales. Santander perdió así la oportunidad de albergar una obra icónica de la arquitectura contemporánea, y con ello, de establecer un nuevo estándar para el desarrollo en áreas con topografía compleja. Este proyecto de De la Sota podría haber transformado la visión de la construcción en laderas y contribuido a la modernización del tejido urbano de la ciudad.

La desaparecida cafetería Lago en Santander (1958)

Obra del arquitecto Ricardo Lorenzo García.

Imaginarse disfrutando de un café o una copa en la cafetería Lago es imaginar un momento en un espacio que fue una joya de la modernidad en Santander. Desafortunadamente, como tantos otros ejemplos de arquitectura singular en la ciudad, la cafetería Lago ha desaparecido, y su pérdida es difícil de entender para aquellos con sensibilidad hacia el arte y la arquitectura. Diseñada por el arquitecto Ricardo Lorenzo García en 1958, la cafetería Lago fue un ejemplo pionero del diseño de interiores en la ciudad. En la década de los 50, Lorenzo, influido por el Movimiento Moderno y las corrientes europeas de vanguardia, logró un diseño «total», donde cada elemento —color, biombos, pavimentos, mobiliario e iluminación— se integraba en una experiencia espacial unificada. Con recursos como tabiques curvos y una barra convexa, Lorenzo creó un ambiente fluido y dinámico, que rompía con los esquemas tradicionales de la época y mostraba su maestría en la organización espacial.

Además de los interiores, Lorenzo también cuidó meticulosamente las fachadas de la cafetería, que aprovechaban los accesos por distintas calles para presentar diferentes conceptos. Estas fachadas se convirtieron en un sello distintivo de su obra, destacando en el entorno urbano y siendo un reflejo de las innovaciones estilísticas que el arquitecto introdujo en una ciudad que, en muchos casos, se mostraba reacia a las nuevas tendencias europeas. A pesar de su importancia, la cafetería Lago ha desaparecido por completo. No queda nada de la obra original de Lorenzo, excepto algunas pistas mínimas en los ritmos de los intercolumnios de la estructura. Es una pérdida irreparable para el patrimonio arquitectónico de Santander, otro ejemplo de cómo la ciudad ha sido ingrata con su legado arquitectónico. Aunque el edificio ya no existe, su recuerdo persiste en la memoria de quienes tuvieron la oportunidad de disfrutar de su ambiente único y original. Otro emblema del buen uso del hormigón en Cantabria con una estética propia y muy evocadora.

Naves de hormigón en Santander: el concesionario de Renault en la Avenida de Parayas (1967)

Obra del arquitecto Ricardo Lorenzo García.

El concesionario de Renault, construido en 1967 en la Avenida de Parayas de Santander, es una de las primeras incursiones de Ricardo Lorenzo García en las corrientes organicistas que marcaron un cambio en su trayectoria arquitectónica. Ubicado en una parcela irregular, en los antiguos terrenos de marisma entre Santander y Nueva Montaña, este edificio refleja el inicio de Lorenzo en la exploración de principios más expresionistas y brutalistas, alejándose de los estrictos racionalismos del Movimiento Moderno.

Aunque mantiene la disposición horizontal de los volúmenes apilados, característica del funcionalismo, estos volúmenes se vuelven más orgánicos y robustos en sus formas. Inspirado por arquitectos como Francisco Javier Sáenz de Oiza en España y Hans Scharoun en el ámbito internacional, Lorenzo comenzó a introducir el ladrillo como material principal, valorando su capacidad expresiva y su versatilidad para generar nuevas formas arquitectónicas. A su vez, abandonó el concepto de muro continuo, optando por formas más suaves, enriquecidas con curvas mixtilíneas, que suavizan la rigidez de las geometrías previas. Entre los elementos más destacados del concesionario se encuentra la solución volumétrica de la esquina, la repetición de grandes volúmenes cilíndricos y las altas cristaleras que convertían la nave en un «escaparate» arquitectónico, atrayendo miradas hacia el interior y estableciendo un diálogo visual con el entorno. Estas cristaleras elegantes y el juego volumétrico aportaban al edificio una estética brutalista y expresiva, que se complementaba con la interacción de materiales.

Lamentablemente, una reforma en los años 90 alteró significativamente la fachada, disminuyendo la expresividad original del edificio. Los cambios eliminados modificaron los contrastes volumétricos que solían caracterizar su presencia y, con ello, se perdió parte de la riqueza arquitectónica que hacía de este concesionario un ejemplo clave de la evolución estilística de Ricardo Lorenzo. Otro atentado contra el arte perpetrado ante la mirada pasiva de las autoridades municipales y estatales.

Estructuras de hormigón en Santander: la Cooperativa Montemar (1979)

Obra del arquitecto Fernando Cuerno Cabrero.

La Cooperativa Montemar, proyectada por el arquitecto Fernando Cuerno Cabrero en 1979, es un ejemplo notable de arquitectura residencial de hormigón en Santander. Esta cooperativa, compuesta por 170 viviendas destinadas principalmente a profesores de E.G.B., se construyó en terrenos pertenecientes a la «Unión Cervecera Española». El proyecto destacó por su innovación en la distribución del espacio, proponiendo cinco bloques de viviendas de once plantas sobre rasante y tres plantas subterráneas, lo que permitió liberar áreas significativas para la creación de zonas ajardinadas y de esparcimiento.

El diseño arquitectónico se centró en tres volúmenes elevados sobre pilotes, que se organizan en torno a un amplio espacio central. Esta disposición fomenta la interacción entre los vecinos y mejora la calidad de vida, integrando áreas para mayores y espacios infantiles. Los tres niveles de sótanos, conectados entre sí y con acceso a garajes y trasteros, cuentan con iluminación natural gracias a lucernarios que aportan luz y carácter al conjunto. Cada uno de los bloques de viviendas presenta una disposición única en planta y alzado, con tipologías que varían entre los 105m² y los 150m², creando diversidad en las opciones de residencia. Las fachadas, compuestas por paneles prefabricados de hormigón, se complementan con jardineras y carpinterías de madera que aportan un toque estético al diseño general.

La Cooperativa Montemar es un claro ejemplo de cómo la arquitectura puede conjugar funcionalidad, innovación y una cuidada urbanización, mejorando el entorno para los residentes y marcando un hito en la arquitectura residencial de Santander.

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